Autor : Carlos H. Bevilacqua
Correspondencia :
Tuve acceso casual a un episodio de la vida cotidiana, y me pareció que contarlo como lo recuerdo, o
como lo percibí, podía ser de interés.
– Mirá Marta –dijo la tía sin cuidar demasiado las
formas– si vos seguís usando ese aparatito así,
te vas a morir.
– ¿Qué querés que haga?, si sigo con fatiga… Anoche no pude pegar un ojo.
– Pero ¿cuántas veces lo usaste? –insistió la tía.
– No sé, éste es el tercero que compro en el mes,
y ya se me está acabando.
– Mirá Marta, yo sé de mucha gente que se murió del corazón por usar mucho aerosol –insistió– lo
que tenés que hacer es ir a ver a tu doctor ya.
– Voy a tener que ir por la guardia o a la salita, porque él no tiene turno hasta el mes que viene.
– Vamos, te acompaño. Le decimos al Lalo que
nos alcance con el auto.
Ya en la salita, después de esperar unos pocos
minutos:
– Hola, buenas tardes. Pasá… Soy el doctor Alegri. Sentate y contame, ¿porque venís?
– Tengo alergia a los bronquios desde chica, y ahora ando mal…muy mal. El año pasado estuve
internada en La Santísima Virgen, y estuve muy
mal, en terapia intensiva y con respirador.
Pequeña digresión del narrador: ¿por qué serán
tan frecuentes los nombres vinculados con la fe y
las creencias religiosas en las instituciones de salud? ¿Habrá acaso algún involuntario mandato de
vincular el accionar de la empresa y sus dirigentes
con lo sagrado y/o divino? ¿O será simplemente
expresión del sentimiento de impotencia ante la
explicación de la realidad que ofrecen los sentidos
y la razón humana?
– Sentate aquí que te voy a escuchar el pulmón.
Después de auscultar el tórax durante unos
segundos, el médico la invita a tomar asiento
frente a él y se dispone a interrogarla sobre el
tratamiento actual.
– ¿Qué tratamiento estás haciendo ahora, hoy en
día?
– ¿Cómo qué tratamiento?
– Sí, ¿qué estás tomando?
– Bueno, me doy aerosol cada vez que tengo fatiga,
y estoy necesitando mucho…y además tomo unas
pastillas que me indicó un doctor de Lomas. A la
mañana y a la noche… cuando tengo.
– ¿Las tenés aquí, o sabés cómo se llaman? – insistió Alegri.
– Sí, doctor –mientras rebusca en el fondo interminable de su bolso– las encargo en la farmacia de
la ciudad, y me las tienen para el otro día, aquí están.
Alegri leía el listado de ingredientes, con un indisimulable gesto de escepticismo. No muy distinto
del que invariablemente acompaña a los médicos
durante la lectura de una indicación ajena.
Se adivinaba en cursiva de bolígrafo azul y
dentro de un envase de plástico: mazindol 1mg,
hidroclorotiazida 25mg, tiroxina 100mcg, diazepam 5mg y probablemente propanolol 40mg por
60 cápsulas. Esto la obligaría a obtener una nueva
receta en cuatro semanas. Plin caja.
– ¿Estás segura de que estas pastillas son para vos,
Marta? –preguntó el doctor.
Esta pregunta podía parecer sarcástica, o irónica,
o ambas cosas, pero en el caso de Marta, semejante
indicación no se compadecía con el tratamiento de
su condición.
El doctor Alegri, sin más trámite, le dijo:
– Mirá, en este momento no parecés estar tan
mal…casi no se te escuchan sibilancias, quiero
decir esos chillidos en el pecho, ese gatito, ¿viste? –agregó–, pero tendrías que suspender esas
pastillas y recibir corticoides, para dilatar los
bronquios.
La palabra corticoides funcionó como un gatillo
para Marta. Con lenguaje entrecortado disparó con disgusto:
– Los corticoides me hacen muy pero muy mal a mí...
por eso estoy con estas pastillas, porque con los
corticoides me hinché toda, hasta la cara, engordé como diez kilos, y hasta me subió el azúcar.
– Yo te aconsejo que dejes esas pastillas por ahora,
y recibas algo de corticoides por unos días. –Y
le ordenó a una auxiliar– hacele una nebu con
3 de fisio y 5 gotas de beta-2, y dale una dexametasona intramuscular.
– Te digo más –retomó el médico–, te voy a hacer
una receta para que tomes un ansiolítico cuando
te fatigás mucho. Lo nervioso tiene mucho que
ver con el asma, más nerviosa te ponés, más
fatiga tenés, ¿te diste cuenta cómo temblabas
cuando llegaste?
Unos minutos después Marta volvía a su casa
en remis.
La noche siguiente Marta no alcanzó a avisar
que estaba peor.
El certificado señalaba paro cardiorrespiratorio
no traumático como causa inmediata o final, pero nada podría ya convencer a la tía. Se había cumplido su profecía: exceso de beta-2 agonistas.
Links de interés
- Asma aguda severa. Medicina Intensiva. C. Rodrigo
- Guidelines for the Diagnosis and Management of Asthma
- Acute Severe Asthma E.R. McFadden, Jr.
- Global Initiative for Asthma (GINA updated 2010)
Escribí este cuento corto como un instrumento de enseñanza y difusión de una condición frecuente en la práctica clínica del neumonólogo. Propongo a nuestros lectores su empleo como herramienta docente entre estudiantes de medicina y/o médicos en formación, con el objetivo de señalar los errores que eventualmente se hubieren cometido, y las conductas alternativas que se podrían proponer.